Uno de los episodios más importantes de la historia moderna se llevo a cabo en Francia hace un poco más de 200 años, en la denominada revolución francesa, episodio que significó el triunfo de las luces sobre el oscuro absolutismo monárquico, que en la actualidad lo vemos, como un régimen opresor y frívolo, en el que un Rey impotente en la cama, como incapaz de llevar la gran nación francesa la castigaba con impuestos cada vez mayores, en los que la reina, madame deficit, se burlaba del hambre de la gente, apropósito de ella, es improbable que de su boca saliera la tristemente frase, de que si no había pan entonces que coman pasteles.
La historia la escriben los vencedores:
Por cierto Luis XVI ni sus parientes financian esta entrada, pondre en el tapete algunos puntos, en los que se basan la mayoría de personas para definir a la revolución francesa, como el triunfo sobre el bien del mal, el triunfo de la solidaridad del pueblo frente a la apatía aristocrática, el triunfo de la razón frente a la fuerza opresora.
La cárcel de la Bastilla, la mítica torre de la bastilla de la cual se dice hasta hoy servía al rey para apresar, torturar a personas que no eran afines al régimen monarquico, mitificada como el símbolo de la opresión e intolerancia real, el día en que se la tomo, solo habían 7 personas, vamos que esta cifra es casi siempre obviada en los libros de historia.
El Absolutismo Francés con fecha de caducidad
Las ideas ilustradas se imponían
La monarquía absoluta representada en Luis XIV ya para el tiempo de su predecesor Luis XVI era ya una idea que venía siendo desplazada por nuevas visiones filosóficas, los llamados «Ilustrados» se encargaron de desplazar la idea de un Rey puesto por el mismo Dios, representante en la tierra de este y por lo tanto, cuyo poder era incuestionable, estos filosofos se cuestionaron si en verdad ello era cierto y hasta que punto no solo una construcción para legitimar un status quo que se beneficiaba de ese sistema monarquico absoluto, en los que los grandes ganadores eran los Nobles, el Clero católico y por supuesto el Rey.
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